Nada existe en esta
tierra que tenga un lado solo. Porque todas las cosas tienen su “contracara”,
el “otro lado de la moneda” como se dice.
Y en segundo lugar, en
el universo humano, nada es estático, porque la vida es movimiento.
Con estas dos premisas
como punto de partida, quisiera analizar la similitud (y la disimilitud
también) de los procesos brasileros y argentino en el tema “democratización de
la justicia”. Para ello, transcribo
el párrafo fundamental del artículo de hoy en Página 12 “Para democratizar la
justicia en Brasil” donde se lee, textualmente:
“Otro
conflicto surgió esta semana cuando el Tribunal trató un pedido de fuerzas
políticas minoritarias y ordenó a la Cámara de Senadores suspender el debate de
un proyecto de ley que intenta imponer nuevas reglas para la creación de
partidos políticos…
el presidente de la Cámara alta aseguró
que no permitirá que el Supremo interfiera en las cámaras…
Para el magistrado Dias Toffoli, uno de
los once miembros del Supremo, las polémicas no suponen una crisis y responden
sólo a la existencia de una democracia efervescente en el país…
El asunto no es nuevo, viene desde los últimos años. Inclusive en varias
ocasiones, ante la inacción del Legislativo, el Supremo resolvió en asuntos no
legislados, sentando jurisprudencia y de esa manera, cubriendo la ausencia de
legislación. Digamos como el matrimonio igualitario, que nunca fue tratado por
el Parlamento, pero que tuvo una "acordada" del Supremo concediendo a la unión
homoafectiva el status matrimonial. De tal forma que hoy en día, en cualquier
cartorio (registro civil) de este país una pareja homo es tratada igual que una
pareja hetero, y salen casaditos, si ese es su deseo.
Volvamos al asunto. “crisis que
responde a la existencia de una democracia efervescente…” dice el ministro
del Supremo brasilero. Yo diría de una democracia en construcción, que no es
estática, que debe adaptarse a los nuevos tiempos.
En todos lados, por historia y por el modo como se conforman, los
sistemas judiciales de casi todos los países son cerrados, selectos y "seguros".
Tienden a ser autocráticos, como la Iglesia. Pero no pueden ser estáticos, como
pretenden, pues deben adaptarse al correr de los tiempos. Y cuando hablamos de
una democracia participativa, conciente y activa, no podemos quedarnos en una
justicia del siglo anterior o…del penúltimo.
Y esa es la similitud entre dos procesos diferentes, que por caminos
distintos por historia y realidad, tienen el mismo objetivo, y cada día más se
acercan en su caminata.
Ahora las disimilitudes.
En el caso argentino, hay un Ejecutivo que
lanza como objetivo democratizar el sistema judicial, apoyado por una parte de
éste, seguramente más numerosa en la base que en la cúspide. Manda su proyecto
de ley al Congreso, y ahí viene la reacción de los ultraderechosos de todos los
tipos, a los cuales se suman esos opositores insulzos (sin sabor alguno) que
sólo saben prenderse a todo lo que sea anti-K, aunque esté manchado de sangre y
con olor a muerte.
La mayoría congresista aprueba, demuestra ser hábil
políticamente al aceptar sugerencias, sea del CELS, sea del propio sistema
judicial. Porque no es un problema de
caja, es un problema de manejo más transparente, más democrático.
Ya en el caso brasilero, el
Ejecutivo no tiene nada que ver. Pero el Congreso nacional a través de
varios de sus diputados reacciona ante una ingerencia permanente del Judicial,
que se permite autorizar o no qué tema puede ser tratado por el Legislativo. Se
dio en el caso del mensalón, donde nadie discute la autoridad del Supremo para
condenar, pero sí quién determina la separación del legislador condenado del
cuerpo legislativo.
Y la lucha sigue larga…lo único que importa resumir ahora es que todo
esto nos demuestra que nuestras democracias se van fortaleciendo, no en lo
formal pero sí en lo práctico, en el ejercicio cotidiano de la voluntad
popular. Que presupone PARTICIPACIÓN y CONTROL CIUDADANOS. Valores que deben
ser encuadrados en lo institucional sí o sí.
Y quien piense que participación es rejunte de monos para presionar y
patalear, ante la mirada complaciente de una midia asquerosa…nada que ver.
La
participación no es mediática…y eso nuestra militancia lo está entendiendo muy
bien.
La participación se da ayudando al otro, sea en la inundación, sea en el
temporal, sea en el esfuerzo por comprar más barato los alimentos esenciales.
En el estímulo para que la gente se organice, actúe, se responsabilice dentro
de su pequeño territorio.
Dejemos que los monos chillen ante las cámaras, dediquémonos a laburar
con la gente a su servicio, en las cosas humildes, cotidianas. Sin buscar otra
recompensa que no sea la satisfacción de ayudar y ser útiles. Y de ser soldados
de algo noble, limpio. Quien ya lo ha vivido, sabe que es posible. Que no es
engaño ni opereta mediática, donde seríamos simplemente unos farsantes. A
la gente de bien, ser farsante no la hace sentirse feliz.
La felicidad es ser
útiles, servir para algo. No gastamos los minutos que vivimos, sino que con
ellos construimos el futuro, un mundo mejor para las otras generaciones.
¡¡¡Ladran Sancho…señal que cabalgamos!!!