Tenía en esa época 30 años, nuestro primer hijo tenía año y medio y venía a camino el segundo.
¿Mi laburo? auxiliar contable en Austral Líneas Aéreas, en pleno centro porteño. Con mi mujer militábamos en la Unidad Básica de la circunscripción 18, en la calle Lavalleja, Palermo. Era la época del “Luche y vuelve”. Salir a timbrear como JP, para afiliar para el PJ, pues se estaba reorganizado el partido por el llamado a elecciones.
Lanusse era el Presidente. Había desafiado a Perón, diciendo que no volvía porque “no le daba el cuero”. Cámpora, era el Delegado de Perón. Confiábamos en el Tío, por su gran Lealtad para el General.
En la víspera del día D, pasamos la noche en vigilia en la Unidad Básica, y por vuelta de las dos de la madrugada, partimos desde Palermo, rumbo a Ezeiza.
No puedo precisar el recorrido que hicimos, pero estábamos todos planificados. Caminamos toda la noche, y a la mañana llovía copiosamente. Las columnas de militantes que aparecían de todos lados íbamos jugando con las fuerzas del Ejército que habían ocupado Ezeiza como el gato con el ratón.
No conseguimos llegar, por supuesto. Ni siquiera conseguimos cruzar el río. Pero sé que estuvimos todo el día caminando, sabiendo que Perón había llegado, que estaba detenido en Ezeiza, las informaciones corrían de boca en boca, éramos conscientes de que estábamos viviendo una jornada histórica.
Mi mujer, a pesar de su embarazo, continuaba firme. En un determinado momento, unos compañeros psicólogos que iban en auto se ofrecieron y se subió al coche. A la tarde, emprendimos el regreso. Con una frustración de no haber llegado, pero con la sensación del deber cumplido. Esa pueblada no había sido en vano. Algo que la historia confirmó tiempo después. Ya entrada la noche, llegamos nuevamente a Palermo. Pasamos por la rotisería de la esquina para comprar unos fiambres, y mi mujer se me desmayó, perdiendo el conocimiento. Presión baja. Menos mal que estábamos en la esquina de casa. Fue sólo un susto.
Pasaron 38 años de aquella jornada. ¡Y cuántas cosas pasaron en el transcurso de esos años! ¡Cuántos seres queridos que hoy no están, unos por el ritmo normal de la vida, otros porque fueron diezmados por la banda asesina que tomó por asalto el Estado!
Si estoy recordando todo eso, no es porque ya estoy viejo y vivo de recuerdos. No me llegó el turno todavía de la vejez. Esa memoria es para ponerla al servicio de esos pendejos maravillosos que hoy están comenzando a militar, o ya vienen militando desde hace unos años. Con sus códigos y ritmos diferentes, con su espontaneidad, con autenticidad para llamar a las cosas por su nombre, y con profundidad para combatir la causa y no los efectos.
Hoy ha vuelto la militancia. Yo sé que hubo una que nunca dejó de existir, y es la de los grupos de los derechos humanos, las Madres, las Abuelas. Otros, que descolgados, quedamos vagando por ahí, sin querer dejar nuestras utopías, pero sin saber lo qué hacer para retomarlas.
Por eso hoy siento sí, ganas de gritar bien alto, para todos los cumpas: ¡Feliz día del militante! Y recordar con todo cariño a tantos compañeros de ruta, cuyo ejemplo de entrega a un ideal común es digno de ser imitado.
¡No nos han vencido! ¡Volveremos y seremos millones!
Felicitaciones por el relato. Me intereso ademas porque mi mama y mi papa militaban en esa unidad basica y yo andaba x ahi como si fuera el jardin de infantes, tenia casi 3 años. Me pregunto si habra conocido al Dr Raul Ordoñez.
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