quarta-feira, 23 de fevereiro de 2011

ACABAR CON LA IMPUNIDAD


Los que viven usando a su gusto o según sus creencias lo que sucede en el cotidiano, toman partido según el color de quien sea, critican acerbadamente o defienden impunemente , también según sus conveniencias. Gritan o callan. Siempre pasa lo mismo.

Pero quien tiene principios y valoriza el permanecer fiel a ellos, sabe que no es así. Que los hechos deben ser juzgados en su perspectiva histórica, y por los hechos en sí mismos, independientemente de quien los realizó.

Aquí no hubo sólo un asesinato. Fue la acción cruel y desorbitada de una patota sindical, reclutada para defender los intereses de los sindicalistas-patrones, que intentaban resolver el asunto a los tiros, como estamos acostumbrados desde hace tantos años. Algo inadmisible en una sociedad civilizada, y que debe ser erradicado de cuajo. Sea del color que sea, es algo inadmisible en una democracia.

Pero aquí uno se desayuna que hay algo más. No es sólo el uso de la patota, el crimen organizado con ribetes de far west. Aparece el papel de una clase de dirigentes sindicales que aprovechando la ola liberal de los 90, acumuló con su papel de sindicalistas la función de "patrones", siendo los dueños de cooperativas truchas, utilizadas para tercerizar mano de obra, abaratando los costos laborales.

Algo inaudito. Algo que la Justicia debe investigar, pero que también tiene que ser motivo de una enérgica acción de los dirigentes sindicales cegetistas, si quieren estar a la altura de este siglo. Hay que terminar con todo tipo de laburo indigno, para no llamarlo esclavo. Los derechos del trabajador son inamovibles. Es el primer derecho humano a ser respetado, porque de él derivan los otros derechos ciudadanos, a una vivienda, un plan de salud, educación, etc.


Se equivocan los que piensan que quienes nos alegramos con la condena a los genocidas, lo hacemos por venganza o conveniencia política. No es así. Algunos estamos convencidos de que en esta Argentina del Bicentenario, es necesario barajar y dar de nuevo. Y para ello hay que limpiar de una vez por todas las lacras sociales que fuimos juntando en esos últimos 50 años. Inclusive aquellas lacras que continúan intactas, como la lacra eclesiástica. Que constituye una verdadera lacra social, con su inmoral pretensión de obligar a una sociedad pluralista a reglar la vida social en función de sus dogmas o posiciones moralistas.

Por todo ello, por favor. La Justicia no es perfecta, puede gustarnos o no, muchos dan asco...pero convengamos: no hay otra manera de salir del pozo que aceptar las reglas básicas de lo republicano, en serio. De lo democrático, en serio. Tenemos que terminar que cuando fallan a favor, los elogiamos. Y cuando fallan en contra, salimos a la calle a defender lo indefendible.

A los obreros que están siendo usados, paren para pensar. Y busquen dirigentes gremiales que defiendan al gremio, y no que terminen siendo patrones explotadores que continúan siendo dirigentes gremiales.

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