Este año se juega en la Argentina aquello que se da en llamar "el modelo" o "el proyecto". Y justamente cuando comienza todo ese juego electoral, con candidaturas y roscas incluidas, es fundamental no perder el rumbo, para no desviarse del camino. Ahora más que nunca, es profundizar lo que nos une, y minimizar lo que nos separa.
Por eso, hay que dar un debate ideológico. Pero no aquellas ideas preestablecidas de manual revolucionario zurdelli, muy intelectualoides para mi gusto. Nada de bajadas de línea, por favor! Sí aprender a leer e interpretar los acontecimientos. Entender las políticas subyacentes en los problemas cotidianos que enfrenta nuestra sociedad, nuestras comunidades. Toda mi vida traté de no tocar en el asunto de "lucha de clases". Me parecía una mala palabra, una visión mezquina, contraria a esa universalidad que uno intentaba abrazar.
Hoy veo que en nombre de esa universalidad a la que no quiero renunciar, debo admitir esa lucha de bandos, sin llamarlos "clase". Hay un bando de empresarios, eclesiásticos, militares, jueces, políticos y toda aquella bosta que se autotitula "clase dirigente". El problema de esa gente es que se considera superior, y cree que su opinión vale más que los otros. Todos ellos anteponen sus objetivos sectoriales al bien común. Unos, en lo económico. Otros, en lo religioso. Otros, en el ejercicio del poder en forma autoritaria e individual. No tienen actitud de servicio, sino de dominio. Eso es tan viejo como la historia de la humanidad. Sólo que en pleno siglo XXI debería ser algo totalmente superado.
Por eso el título de mi posteo. Hay una política de exclusión, y fue aquella de los 90, en el menemato. Hay una política de inclusión, que se retomó en el 2003, y a la que mucho le falta por hacer, pero que ha obtenido ya triunfos rotundos y seguros. No es casual que fueran los militares que anularan la legislación de los peones rurales. No es casual que fuera Cristina la que envió al Congreso un proyecto de ley para cobijar nuevamente a todo ese sector EXPLOTADO hijaputescamente. No de ahora, sino de siempre. Y toda aquella cohorte de dirigencia "respetable" nunca hizo nada para que esa situación cambiara.
Inclusive aquellos que por función y oficio deberían ser los defensores de nuestra peonada, me parece que están más para lacayos de la Sociedad Rural que auténticos dirigentes obreros.
Durante el conflicto del campo, me cuestionaba cómo era posible que hablasen "del campo" sin tener un sólo campesino. Pero hubo una serie de personas que entraron por el aro, exactamente igual como ocurrió en la guerra de Malvinas. Compraron un buzón. Y de paso, con correspondencia totalmente podrida.
No es discurso de barricada universitaria. Se trata de no dejarse embaucar por palabrerío inconsistente y demagógico. Si examinamos qué hicieron los políticos antes del 2001, y que vienen haciendo los que están desde el 2003, no hay sombra de duda. Estos están reconstruyendo lo que los otros destruyeron. Con perseverancia, con paciencia, con tesón. Con mucho coraje. Y especialmente, con total coherencia.
Quien no vea esto, cómprese lentes! Y que cada uno haga su parte, porque es una obra de TODOS, PARA TODOS.
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