Dan lástima. Porque no tienen la más mínima dignidad, y no saben guardar la compostura que deberían, como hombres públicos que fueron alguna vez.
Vivieron estos últimos meses devorándose los unos a los otros, haciendo papelones con internas fallutas, desperdiciaron la oportunidad que tenían de ir a competir en las PASO para luego enfrentar juntos al oficialismo. Pero esas jugadas requieren la grandeza que no tuvieron, siempre atrás de los cargos como cazador atrás de la presa.
Y cuando el huracán Cristina los barrió del mapa, quedaron anonadados y ahora, lentamente, vuelven a sus mediocridades, queriendo hacer la plancha, para sobrevivir. Sólo que no se dan cuenta que se pusieron una soga al cuello, y están atados a una piedra que los tira cada vez más para abajo. Y así cada vez se van a hundir más. Querían hundir al país junto con ellos, pero como son tan insignificantes, no lo consiguen.
Sin embargo, no hay que cantar victoria. Porque no se trata sólo del 23 de octubre. Con esa etapa, comienza la batalla de la institucionalización del proyecto nacional y popular. Hay un transvasamiento generacional que debe ir siendo hecho, y hay muchos aliados de hoy que pueden no serlo el día de mañana. Pero una cosa sí es segura: si el pueblo participa, lo vamos a conseguir. Porque el camino no es la banalización del poder, ni el maquillaje de los problemas profundos para que todo sea un mar de rosas. El camino es la recuperación de la política como herramienta de transformación de la sociedad, como instrumento de cambios culturales profundos que señalicen un avance en la historia de los pueblos.
ES EL PAÍS IGUALITARIO, QUE ESTOS GUACHOS DE MIERDA JAMÁS SABRÍAN CONSTRUIR.
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