Fue necesario que Cristina tuviese nuevamente mayoría parlamentaria para conseguir aprobar el proyecto que enviara hace más de dos años al Congreso, rehabilitando y actualizando el Estatuto del Peón que fue una de las primeras conquistas del primer Gobierno del General. Estatuto que fue derogado, por supuesto, por los milicos. De las ocho horas diarias que todo laburante tenía en el Estatuto del 44, volvieron a tener su horario de trabajo “de sol a sol”. ¡Hijos de puta!
Pero lo que no podíamos esperar es que en esa restitución de la dignidad al trabajador rural, fuesen contrarios los votos de los dos representantes de la CGT, y digo dos porque Héctor Recalde no asistió debido a una enfermedad comprobada. Esa es una mancha en el peronismo tanto de Facundito como de Plaini. Y ojo que no quiero usar el peronómetro. Pero es inconcebible imaginar a dos peronistas siendo contrarios a la restitución de un derecho que fue una de las marcas del peronismo de Perón y Evita.
¿Por qué se abstuvieron? Por ser solidarios con el tránsfuga del Momo Venegas, porque esto perjudica el negocio de la Renatran, al devolver al Estado el control del asunto.
Venegas, antes que sindicalista, es patrón. Defienden de palabra a los laburantes, pero tienen montado un pingüe negocio con la obra social que Menem les regalara, la Osprera. Porque si Salazar se hace el buenito ayudando a gente carenciada, lo que es verdad, no hay que olvidarse de que para estos sindicalistas, ese negocio significa “la caja”, que los torna “poderosos”. Esa ayuda que algunos les agradecen tanto, son apenas migajas que le tiran a la gente que utilizan.
Torean…pero son corporativos. Poco transparentes, rodeados de matones y capangas, se creen intocables, queriendo utilizar esa caja que los milicos les dieron sin tener que rendir cuentas a nadie. Sí. Las obras sociales les fueron otorgadas por Onganía en 1970 a través de la Ley 18.610. Nada mejor para dominar a los que están en la vereda de enfrente que atraerlos con caramelos, para que vengan a comer en la mano.
Por eso no entiendo a Moyano defendiendo a Zanola, o a Venegas. Sólo si es igual a ellos. Porque es una “solidaridad” mal entendida, algo netamente corporativo. Y que debemos desterrar de raíz para el futuro.
Esto no significa estar contra los trabajadores, al contrario, significa defender el valor del laburo frente al capital. No somos nosotros, ni siquiera Cristina, los encargados de mejorar la institución gremial. Es algo que le compete exclusivamente a los trabajadores. Pero lo que sí tenemos el derecho de exigir que, igual que todas las otras instituciones, se aplique la Justicia, sin protecciones ni escandalosas ni encubiertas.
Y tener bien claro. Muchos dirigentes sindicales no defienden a los laburantes, sino la estructura que ellos montaron, de mano con los milicos, y donde el interés de los sindicados es lo último que figura. (Pedraza) Lástima que Moyano, que en este sentido tiene una actitud distinta, termine siendo cómplice de otros que son de terror.
Debe cederse en todo aquello que es de derecho, que corresponde. Sin duda alguna. Pero no ceder ni al chantaje ni a la extorsión. Y que se respete siempre la palabra de la Justicia, para tener el país que merecemos, de una vez por todas.
Que ejerzan su función sindical, sin torear ni extralimitarse. Celosos de su autonomía, pero cientes de que la representación política pasa por otro lado. Usando el aparato, y con convocatorias etéreas, pueden juntar un millón en la 9 de Julio. Pero que no se crean que eso significa un millón de votos, si se candidataran.
No se deben repetir errores del pasado, pero debe refrescarse la memoria, para tener sabiduría en el momento de decidir. En el 73, con 32 años, formaba parte del equipo de JP que laburaba con ese gran peronista que fuera Oscar Bidegain, en La Plata. Sufrimos el asedio de Calabró y su grupo de gremialistas, entre los cuales había un tal Hugo Moyano, de Mar del Plata. El recuerdo no me trae ni venganza ni revanchismo, mucha agua corrió debajo del puente. Pero sí un alerta un estado de atención y vigilancia. Porque en los grandes momentos, uno percibe quien obra por sus principios de toda la vida, y quien da grititos histéricos para defender su quintita.
A los trabajadores rurales, que siempre fueron el último orejón del tarro, nuestra solidaridad y un compromiso que debe ser de todos, de exterminar el trabajo esclavo, la explotación infantil, la desprotección que sufren los más humildes por parte de los más poderosos. En otro post puedo contar la maravillosa experiencia brasilera que por el interior de este Brasil continental viene desarrollando el actual Gobierno para acabar con ese flagelo. Porque aquí no los mandan a su lugar de origen. Sino que reciben una capacitación profesional por parte del Gobierno, junto con el complemento de sus estudios primarios, para incorporarlos al mercado de trabajo, como albañiles, carpinteros o electricistas. Con una duración de seis meses, les cambian la vida. Y los incluyen en el proyecto de todos. ¡Lindo para copiar, no es cierto?
¡Feliz domingo!
¡Feliz domingo!
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