¡Te pasaste, Nestor!
En una crónica de la marcha de antorchas, leía que un señor comentaba que este Gobierno es el que más se parecía a un Gobierno peronista. ¡Ah la sabiduría popular! Sin categorías conceptuales ni definiciones estrambóticas, refleja fielmente una interpretación correcta de la realidad. Por intuición. En contrapartida, recuerdo cuando en la época de Menem-Duhalde, mucha gente del pueblo tenía sus dudas de que aquello fuese “peronismo”. A pesar de la marchita, de la desgastada simbología del PJ, daba para sentir que con un manto de “modernidad”, la gran bandera peronista estaba ausente en toda esa movida. La bandera de la JUSTICIA SOCIAL. Olímpicamente hecha a un lado por los capitostes de la clase dominante, se gobernaba para una minoría, la de la pizza y el champán. Daban a los pobres el choripán y la bolsita, claro, con la marchita y la foto de Perón y Eva. Y lo que en la época de Eva era símbolo de dignidad y reparación de una injusticia se tornó asquerosa mercadería de compra de conciencias y causa de mayor indignidad.
Las cosas han cambiado. Hoy el peronismo está recuperando, con orgullo, su característica de ser “el hecho maldito de la burguesía nacional”. Ser peronista es luchar por los derechos de todos, y también CONTRA todo tipo de privilegios. Sean del tipo que sean. Pero mucho más aquellos privilegios que son excluyentes de los que no los poseen.
Por eso, cuando leí hoy el fifty-fifty que el Néstor ejemplificó ayer, con ese mitá-mitá bien criollo, me dije: vamos por buen camino. Cuando ví la militancia social compartiendo con la parte sindical, esa por la que nunca nutrí mucha simpatía, también pensé: vamos por el buen camino. Porque con todos los defectos que ellos puedan tener, son los representantes de una clase que siempre fue y será el eje central del movimiento. Claro que hoy, nos incluímos como trabajadores también los que laburamos con el bocho o con la palabra.
¡50%! Tal vez a algún zurdo idealista, lleno de teorías y conceptos, le pueda parecer poco. No sé la categorización que cada uno pueda tener en su cabeza de cómo es el promedio de ese porcentaje en el mundo laboral actual. Pero con seguridad está bien lejos del fifty-fifty. Unos 70-30 si somos optimistas, o tal vez 90-10 en la versión pesimista. El sentido común prohibe generalizar. Pero dos ejercicios de imaginación para sentar una base: imaginemos que los Bancos y empresas tengan que repartir el 50% de sus lucros entre los laburantes. La otra hipótesis en el mundo de agronegocio. Mejor aquí ni entrar a imaginar, porque nos vamos a la mierda. Paremos aquí.
Sólo que no vamos a dejar de empuñar esa bandera. Porque si alguien nos argumenta que fue sólo un slogan de campaña, vamos a demostrar que es un legado de aquella mujer que, después de 58 años de su muerte, sigue presente como nunca en la vida nacional.
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