“Les escribo estas líneas a cada una de ustedes que están en los cuatro monasterios de Buenos Aires. El pueblo argentino deberá afrontar, en las próximas semanas, una situación cuyo resultado puede herir gravemente a la familia. Se trata del proyecto de ley sobre matrimonio de personas del mismo sexo...
... está en juego la identidad, y la supervivencia de la familia: papá, mamá e hijos. Está en juego la vida de tantos niños que serán discriminados de antemano privándolos de la maduración humana que Dios quiso se diera con un padre y una madre...
... Recordémosle lo que Dios mismo dijo a su pueblo en un momento de mucha angustia: ‘esta guerra no es vuestra sino de Dios’. Que ellos nos socorran, defiendan y acompañen en esta guerra de Dios” (cardenal Bergoglio en su carta a las Hermanas carmelitas)
Típico ejemplo de fundamentalismo cristiano. Fundamentalistas son las corrientes religiosas que promueven la interpretación literal de un texto «fundamental» (como por ejemplo el Corán o la Biblia) como autoridad máxima, ante el cual ninguna otra autoridad puede invocarse, y que debería imponerse sobre las leyes de las sociedades democráticas.
Pues bien, yo me pregunto si este hombre está hablando en serio. Cuando habla “de niños privados de maduración humana que Dios quiso que se diera con un padre y una madre”, ¿será que se está refiriendo a tantos pobrecitos criados en asilos e instituciones religiosas como meros soldaditos, sin un poco de cariño o respeto? O por acaso habla de los menores del Padre Grassi, por quien no escuché ese dramático pedido de oración, ni declaración de guerra santa? Y hablando del Padre Grassi, ¿qué hizo la Iglesia después de su condena?
Eminencia, su lengua lo condena. En esta Cruzada o guerra declarada, se ha olvidado Ud. totalmente de leer el Evangelio de Jesús. Porque si lo leyera, percebería que el lenguaje del Maestro nunca fue de imposición, y sí de persuasión, respeto y especialmente defensa de lo interior del hombre, muchas veces transgrediendo las “normas” rituales huecas, sin sentido, de los doctores de la Ley. Esas mismas normas huecas que hoy Uds. quieren imponer no sólo para sus fieles, sino para todos los seres humanos.
Encontré en la internet una respuesta a su carta. Me pareció buenísima, y la transcribo:
“Gracias a Dios que las hermanas van a rezar por esta Argentina. Creo que poco a poco, es un proceso histórico, la discriminación no nacerá del centro de la Iglesia, por lo menos no la fundada por Jesús.
Soy Católica, fui misionera durante 10 años, soy lesbiana y amo la verdad y la llevo como estandarte como me enseño Santa Catalina.
Creo que las palabras del Cardenal están llenas de odio y prejuicio y eso lastima a los mas pequeños que no tenemos ni el poder ni el dinero para defendernos.
Hace 5 años que estoy en pareja y somos felices, vivimos en la verdad y sin miedo porque vivimos como Dios manda.
Que el señor ilumine el camino de esta Argentina, hacia el amor, la justicia, la pluralidad, la diversidad y el diálogo. por leyes justas e inclusivas.
Un nuevo sol se levanta sobre la nueva civilización que nace hoy!! una cadena, más fuerte que el odio y que la muerte, lo sabemos el camino es el Amor!!!!”
Eminencia, estamos en el siglo XXI. Claro que Ud. pertenece a una Iglesia que camina para atrás, como el cangrejo. Encerrados en sí mismos, se olvidaron de cómo se deben interpretar las señales de los tiempos.
Las guerras tribales contadas en la Biblia, ya fueron.
Las cruzadas del medioevo, también.
Hoy el mundo es PLURAL, carajo!
Y esa humanidad que tiene muchas fallas, y manchas, es verdad, está precisando de testimonios muy diferentes del suyo. Menos dogma, y un poco más de fe, Eminencia. Fue S.Pablo que dijo que si alguien dice que ama a Dios y no ama a su hermano, es un mentiroso. Pues yo me animo a parafrasear al Apóstol. Si alguien dice que cree en Dios y no cree en su hermano, es un mentiroso. Creer = confiar. No tengan miedo que el progreso les va a arruinar la quintita, el negocio. Confíen en que Dios escribe derecho con renglones torcidos.
Por último, Señor Cardenal, me permito sugerirle que cambien la cantinela, porque ese “papá y mamá” que están usando en la actual cruzada suena más falso que billete de 30 pesos. ¿Sabe por qué? Porque si Ud. usase su prestigio cardenalicio para que todos esos gran finos que lo rodean y que generalmente son empleadores de gente, fuesen más justos con sus empleados, éstos podrían ser mejores papás y mamás. Ah! No se olvide de incluir en esa campaña a las escuelas católicas, porque la caridad bien entendida comienza por casa.
Antes de responder estas irreverencias a la Púrpura Cardenalicia, consulté a dos grandes Maestros que tuve en la vida, que eran de esos Pastores que hoy escasean. Ambos ya no están en este mundo, pero muchos años de correspondencia epistolar o de conversaciones hasta altas horas, me permiten afirmar humildemente que sé muy bien lo que me dirían. Me desaconsejarían que lo publicase, pero no me dirían que estoy equivocado. Imposible imaginármelos en posturas corporativas o convocatorias a una guerra santa. Eran hombres de fe, conscientes de que todo hombre es la imagen de Dios, y que la pluralidad es un don y un misterio que debe ser respetado. Claro que no avalarían el casamiento gay, porque eran hombres de su tiempo. Pero no condenarían, no juzgarían. Dirían: “eso le toca a Dios.” Pero me conocieron rebelde, y me aceptaron así. De tal manera que me los imagino sonriendo con angelical malicia.
Estoy hablando de dos figurazas que murieron con fama de santidad, y que tuve como maestros y amigos: Pironio y Dom Luciano Mendez de Almeida, Obispo brasilero que era jesuita, como Ud., Bergoglio. Recordando las enseñanzas de ambos, le pediría que no juzgue, que deje eso para Dios. No sea cosa que cuando le toque rendir cuentas al Hacedor, no al Vaticano, se lleve una sorpresa y se vea precedido por algunas prostitutas en el Reino de los Cielos. ¿Se acuerda quién dijo eso, Eminencia?
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