Villa La Cava - San Isidro - Pcia de Bs.As.
Compañeros...¿se acuerdan de aquel negocio de la guerra prolongada?
500 años de explotación de las mayorías por cuenta de las elites, no se tira por la borda fácilmente.
Me tocó a fondo el posteo de los muchachos de la Norma Arrostito. Esto no es una simple joda informática, un juego. Es una lucha. Y si alguna vez esa lucha significó empuñar un arma, hoy está claro que el única arma que debemos utilizar es nuestra palabra, nuestro compromiso, y nuestro testimonio.
Es verdad que fuimos muy dogmáticos, y aún muchos lo siguen siendo. Pues aprendamos a ser pragmáticos. No encasillemos la realidad, que es supercompleja.
Está bien Estela Carlotto con su mensaje sereno, objetivo, y muy firme.
Está bien la revoltosa de Hebe, puteando, carajeando y diciendo en voz alta lo que la inmensa mayoría piensa.
Son dos caras, dos testimonios valiosos que no debemos enfrentarlos. Ellos se complementan. Porque todos son necesarios para enfrentar una realidad que es polifacética.
Hasta me parece regia la reacción de Néstor, optimista. Y la de Cristina allá en las Alemanias, que no parece tan alegre. Pero es que es así. ¿Que hay muchos turros en la Corte y mucho más en los tribunales? ¿Quién lo duda? Pero también es cierto que se ha avanzado mucho, y que la Corte actual no tiene nada que ver con la que nos dejó el petiso maldito, aquella de las servilletas de papel.
¿Estamos avanzando? ¡Bien! ¿La realidad nos hace retroceder un paso? Pues avancemos dos, carajo! Ahí seguimos avanzando...
Pero por favor, abramos la cabeza para saber que estamos en una búsqueda, y que nadie tiene la justa. Aceptemos el disenso y busquemos el diálogo. Lo que no significa no mostrar las incoherencias y las traiciones de los pinares o de los genaros, que anteponen sus proyectos personales al proyecto colectivo.
Pero quiero rescatar el valor del documento de los muchachos de la Arrostito. Esto no es joda y es una lucha ardua, difícil. El enemigo no es local, sino continental. Y en todos lados los amos tienen sus lacayos, que les son funcionales.
¿Dónde buscar la fuerza de nuestras convicciones? En la realidad que nos rodea. Cuestionándonos el porqué de tantas injusticias que nos rodean, y atacando la causa y no las consecuencias de ellas.
No estamos en esto por modismo. La Farolera lo puso en uno de sus últimos post maravillosamente, mucho mejor que yo. Estamos por convicción. Si tiene costos o dolor, mala suerte. Pero en nosotros hay una conciencia y un corazón que nos dice que no se puede transar con la injusticia, y que algo hay que hacer para que las cosas cambien.
Festejemos las victorias, asimilemos las derrotas, y construyamos el sueño común. Y los jóvenes pueden estar seguros de que en estos últimos 50 años las cosas han cambiado y mucho.
El 1º de enero de 1959 entraba triunfante en La Habana un barbudo guerrillero. Casi con 17 años, me viene la imagen de estar leyendo justamente La Nación en el comedor del departamento de mi madre, en pleno barrio Congreso. Hasta la foto de “los barbudos” rodeados del entusiasmo popular me quedó en la retina. Venía de una adolescencia donde me habían vendido la idea del “tirano prófugo”, y como alumno de colegio religioso, me habían entrenado en la defensa de los “valores cristianos”. Sólo el correr del tiempo me hizo encontrar la verdad, y abrazar la causa de la justicia.
Y para quien leyó hasta acá, le aclaro que la foto del epígrafe es de la Villa La Cava, de San Isidro. ¡Lugar de mi primera incursión entre los indios ranqueles! Había ya estado en Villa Pulmón, en San Nicolás, ayudando a hacer el piso de una escuelita. Era el inicio de los sesenta. Estudiaba en el Seminario de Villa Devoto, y tenía 15 días de vacaciones de invierno. Quería conocer el mundo de los pobres, hice un contacto con una señora que tenía un laburo social en esa villa, que en aquel momento era bien peligrosa. Y ahí fui solo con mi alma a cuestas y con mi deseo de descubrir la verdad de la milanesa.
Y volví todos los días de la semana, ayudando a una familia a levantar su rancho de maderas y chapas. No sé si ayudé o no, pero ellos sí me ayudaron a encontrar el camino. ¡Hace poco más de 50 años!
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