Si a alguno le llama la atención el título, explico. Es una expresión brasilera, y fue la que me vino a la cabeza al ver hoy esa foto en la tapa de Página 12. Es un sentimiento muy pero muy profundo de felicidad, por una reinvindicación de algo que nos afectó mucho, que nos dolió bastante. Es la transformación del dolor en alegría, pero aquella alegría serena que ilumina toda la vida de uno. La mía, como la de tantos jóvenes de aquella época, tuvo ese eje. Aprendimos a girar en torno de un proyecto común, la construcción de una sociedad más justa, mas igualitaria, más humana. Personalmente pude salvarme, pero uno lleva dentro de uno a tantos compañeros que fueron cortados en lo mejor de su juventud. Todo por ser generosos, por luchar por lo colectivo, por querer transformar la sociedad podrida en la mentira, en la falsedad, en la hipocresía.
Nos aniquilaron. En el terrorismo de Estado más espantoso, quisieron acabar hasta con los amigos de los amigos, para que nunca hubiésemos existido en la faz de la tierra. Pero no nos vencieron. Esos compañeros resucitan en esa pendejada que sale a la calle no sólo a recordarlos, sino a hacer lo mismo que ellos hicieron: preocuparse por lo público, luchar por una educación de calidad. Reclamar sus derechos. Decir: Presentes! No nos van a llevar por delante ni nos van a manejar como corderitos.
Interpretar las protestas de los chicos porteños sólo como una movida política contra Macri, es ofender a esos chicos. Hay algo más profundo atrás de todo eso, hay explícito una afirmación de participación, de conciencia política. Hay valores colectivos por los cuales vale la pena hacer sacrificios, disciplinarse, superar cansancios, aguantar tempestades, arriesgarse.
Es lo que importa. El resto, es anécdota. Hay un refrán que dice que el que a hierro mata, a hierro muere. A Macri y cia. el barco les está haciendo agua por todos lados. Y hay un único responsable: su propia inoperancia, incompetencia. Entre la que se cuenta estar poniendo la culpa en los otros, en lugar de admitir los propios errores.
Mientras tanto confiemos que esa movilización de nuestros secundarios sea permanente, que se organicen y asuman su lugar en esa transformación de la sociedad. Ellos también tienen su aporte a dar.
Ahora reivindicamos con alegría esos actos. Pero aún tenemos tristezas... varias... por los que murieron, por los que sobrevivieron y nos cuentan horrores, y por los 400 niños apropiados que aún no conocen su verdadera identidad.
ResponderExcluirPero la historia ya inscribió en sus páginas la noche de los lápices como un signo de la participación de los jóvenes ahogada por la dictadura.
Saludos!!!