No tuve el gusto de conocerte, pero ambos hicimos el mismo camino desde la autenticidad del mensaje evangélico hacia la simplicidad del pueblo, optando por asumir en el día a día nuestro compromiso con el hombre y sus valores, porque creíamos de verdad que había sido creado a imagen y semejanza de Dios.
Entendíamos que dignidad, libertad, igualdad no eran dogmas a ser recitados sino realidades pisoteadas permanentemente por esta sociedad careta, y que era nuestro deber luchar para rescatarlas.
Dejamos la institución para optar por el Pueblo de Dios. Y con humildad, supimos que éramos felices y plenamente realizados en nuestra vocación al vivir la misma suerte que los marginados y desposeídos.
Hoy, al leer sobre tu homenaje, me acordé de algunos compañeros que ya partieron, que eran "de nuestro palo". Alfredo Kelly, asesinado en la masacre de S.Patricio, y con quien compartiera tantos encuentros pastorales en la diócesis de S.Nicolás. Pablito Gazarri, seminarista de Devoto, que entró como vos a la Fraternidad del Evangelio, y que fue secuestrado y asesinado por las fuerzas de ocupación. Y dos grandes figuras que consiguieron zafar del secuestro o asesinato, pero que fueron íntegros en su testimonio: el cura Morales y el cura Galli. Hoy ya no están en la tierra, pero dejaron su ejemplo y su testimonio.
Por todo eso, hermano, quise prestarte mi sincero homenaje y mi alegría que a partir de hoy, la capilla donde celebraban misa aquellos curas asesinos e hijos de puta lleve el nombre de un cura que optó por ser, simplemente, alguien del pueblo. Como un verdadero hermanito de Foucald.
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