quinta-feira, 27 de outubro de 2011

¡¡HASTA LA VICTORIA, COMPAÑERO!!

Hace un año....

Un recuerdo no para el estadista que fuiste, ni tampoco para el gobernante corajudo que demostraste ser, sino para el compañero militante que continuó siéndolo al entrar a la Casa Rosada. Porque estoy seguro que sería el título que más te enorgullecería. Y también lo que explica la maravillosa primavera que provocaste con tu liderazgo, especialmente para esa juventud maravillosa, que con tu ejemplo, recuperó la dignidad que encierra la palabra “política”. Autenticidad, coherencia, coraje. Y principios, ideales.

Por eso, Néstor, sos para nuestros jóvenes lo que fue Perón para nuestros obreros en el 45. La puerta por la que entraron al panorama nacional, para ser protagonistas de la historia.


El peronismo es como una eterna primavera que se renueva en determinados momentos históricos. Así fue en los 70, cuando salíamos de las tinieblas de la Fusiladora, las proscripciones, las persecuciones. Sin conocernos personalmente, seguro que participamos de las mismas movilizaciones y marchas, en la ciudad de La Plata donde vos estudiabas y yo fui a parar como funcionario de Bidegain, cumpliendo una tarea militante. Seguro que en aquella histórica Plaza del 25 de mayo, en la asunción “del Tío”, coreamos juntos con un millón de personas aquel “se van, se van y nunca volverán” mientras veíamos alejarse al helicóptero que se llevaba a Lanusse. Pero volvieron, y fue terrible, peor que antes. Y vino la noche oscura del proceso genocida, y luego volvió la democracia. Pero…a medias. Condicionados, limitados. Y ahí vino la noche terrible de los traidores internos, que prostituyeron la esencia del peronismo, siendo la herramienta eficiente para implantar el más asqueroso sistema neoliberal. Menem-Duhalde fueron la frutilla del postre, siendo para el peronismo lo que Alvear fue para el radicalismo: la negación de su esencia revolucionaria.

En esos 20 años de democracia por la mitad, Alfonsín perdió la oportunidad histórica de no ceder frente a las corporaciones, y nos fue como nos fue.

Te juro que en ese momento, pensé que el peronismo era cuestión del siglo pasado, algo totalmente acabado.

En el 2001, con el “que se vayan todos”, la gente dio su recado. Y vos, como viejo militante fogueado en la función pública de una pequeña provincia, la más austral del territorio nacional, te animaste a dar la pelea. Para ellos, no eras confiable, pero tuvieron que aceptarte, porque todos los otros eran impresentables.

Conciente del recado de la sociedad, pero mucho más de cuál era el problema de esa clase dirigente falluta de la partidocracia argentina. aceptaste el desafío de asumir el timón en lo peor de la tormenta, ya cerca del naufragio.

Pulso firme, coraje y visión clara del panorama nacional. Sabías que había que salir del FMI. Había que acabar con las intromisiones entre bambalinas de los factores de poder: Militares, Iglesia, Prensa monopólica, Sociedad Rural. Pasaste a ser el malo de la película. El que se pelea con todos, el autoritario, el que quiere mandar en serio. Y lo peor que consiguieron crear un clima destituyente, una derrota política con la 125 y una derrota electoral en el 2009.
Ese es tu gran momento, flaco. Crece el militante en la humildad de la derrota. Vas a Parque Lezama y estás ahí, en el medio de la gente, participando de una asamblea popular. Tengo esa foto porque mi hermana y mi cuñada estaban ahí, al lado tuyo.

El resto es conocido. Tu muerte fue sorpresa para todos, pero la reacción de la gente sólo lo fue para quien no entiende una jota del proceso argentino. Ya en el Bicentenario habíamos visto la Argentina real, aquella por la cual luchabas. El pueblo feliz, descontraído, y orgulloso de ser argentino. El mismo que salió a la calle lleno de dolor para darte un último adiós. Sólo Irigoyen, Eva y Perón tuvieron ese fervor popular en sus despedidas.

Para terminar, tu última tarea genial: nos dejaste con el liderazgo de Cristina. Vos sabías mejor que nadie lo que tenías a tu lado, el cuadro político que era tu compañera. Hicieron lo posible e imposible por descalificarla, burda o sutilmente. Desde aquella caricatura nefasta de la boca cerrada, hasta los permanentes titulares hablando de “la pareja gobernante”.
Pero como todas las cosas, la realidad termina imponiéndose.

¡Hasta la victoria, compañero militante! Esta noche, en millares de plazas argentinas habrá muchos, especialmente jóvenes, portando una antorcha para simbolizar que la luz que empuñaste alumbra todos los rincones de nuestra Patria.

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